José Juan Tablada (1871-1945)
Una de las construcciones formales que más me han llamado la atención
en el campo de la poesía es la de la “alternancia”. Aunque en el ámbito
literario no existe una definición como tal, la alternancia puede presentarse
como la confluencia de distintos espacios, tiempos y/o acciones en torno a un
mismo objeto o situación en común. Este procedimiento nos recuerda que en el
cine existe algo parecido: mediante los cortes de edición y el ritmo de montaje,
podemos observar las decisiones que los distintos personajes van tomando en torno
a un conflicto.
Los efectos que produce este tipo de construcción van desde la
visualización de acontecimientos simultáneos hasta la descomposición de un
objeto visto desde diferentes perspectivas; incluso, pueden dar lugar a saltos
en el tiempo como los denominados flashbacks
o flashforwards. Sin embargo, hay
algunos poemas en donde dicha alternancia adquiere mayor complejidad debido a
que recae en la presentación de una misma sustancia protagonista de dos hechos
distintos y que parecen ocurrir simultáneamente.
Por poner un ejemplo: Imaginemos que están trasquilando a una oveja. Y
mientras se nos cuenta esta acción, al mismo tiempo se nos va contando cómo una
mujer va tejiendo una prenda de lana que resulta proceder de la misma oveja que
está siendo trasquilada en ese momento. Este tipo de alternancia es a la que me
refiero, aquella en la que el mismo objeto es abordado desde dos acciones
simultáneas procedentes de espacios-temporales distintos y que crea una
sensación muy parecida a la de los universos paralelos o a la de la teoría de
las cuerdas que plantea la Física Teórica.
Hay dos poemas que, a su manera, se ocupan de esta suerte de
alternancia y que me han marcado como lector. Uno es del poeta mexicano José
Juan Tablada y el otro del poeta español Francisco José Cruz. El primero de
ellos, titulado Nocturno alterno, nos
cuenta cómo al mismo tiempo el poeta está observando la luna desde Nueva York y
Bogotá. La misma sustancia bifurcada por dos miradas de un mismo ser
procedentes desde distintos lugares y tiempos. Por su parte, el segundo poema,
titulado Manera de comer, nos hace
partícipes de cómo un venado está siendo cazado en el bosque y al mismo tiempo
devorado en un plato de comida.
Estos poemas siempre me han parecido muy particulares porque logran
dislocar la línea espacio-temporal por medio del uso de la palabra y la imagen
que de ella emana.
A continuación, los reproduzco esperando que los lectores disfruten de
estas alternancias.
Para el primer poema, utilizo los textos de la 1era y 2nda versión tomados de la página de Palabra Virtual. En el
siguiente enlace se puede escuchar la recitación de estas dos versiones: José Juan Tablada, palabra virtual. Por su parte, el poema de Francisco José Cruz
pertenece a su libro Maneras de vivir.
José Juan Tablada
|
Nocturno alterno
|
Francisco José Cruz
Manera de comer
Tengo en el plato, ya partido,
un pedazo de carne
de venado que corre por detrás de las dunas
mientras yo lo mastico y lo digiero
tan despacio
que acaso también él se haya parado
en cualquier tronco absorto del camino.
El cuchillo raspando sobre el barro del plato
me chilla que ahora mismo
él escarba en la tierra.
Y el sabor de su carne le va dando
al deleite furtivo de mi lengua
la tensa fruición de la berrea,
que a la noche extenúa con su celo.
La salsa me revela
que acaban de abatirlo en un recodo
implacable del bosque.
Cuando dejan los buitres en la arena
solamente los huesos
esparcidos
sobre un charco de sangre,
el plato está vacío.
Pd. El tema da para mucho y hay otros poemas que presentan diferentes
tipos de alternancia, pero de momento quise centrarme en estos dos textos.
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