Jean Marie Guyau (1854-1888)
Jean Marie Guyau es considerado uno de los filósofos franceses más
importantes de la segunda mitad del siglo XIX. Su temprana muerte a los 33 años
contrasta con el alcance y la profundidad de su obra, ya que abarcó diversos
campos fundiéndolos en un pensamiento claro y agudo que terminaría por
convertirlo en una figura relevante en toda Europa.
Admirado por Nietzsche, sus inquietudes se cristalizaron en obras tan
severas como El arte desde el punto de
vista sociológico (1889), Esbozo de
una moral sin obligación ni sanción (1879) y Los problemas de la Estética contemporánea (1884). Justamente en esta
última obra Guyau hace mención a una anécdota que es el pequeño motivo de este
texto. Dicha anécdota también es recogida por León Tolstoi en su libro ¿Qué es el arte? y tiene que ver con
algo misterioso, gastronómico, cotidiano y casi invisible: un vaso de leche.
Para Guyau, no sólo la vista o el oído son capaces de recoger impresiones estéticas, sino también pueden
hacerlo el resto de nuestros sentidos: el
olfato, el gusto y el tacto. En concreto, el pensador francés afirma que los
goces del gusto son verdaderos goces estéticos, y para apoyarse cuenta que una
vez al beber un vaso de leche experimentó uno de esos goces.
Pues bien, desde que leí esta pequeña y casi insignificante anécdota no
paro de reflexionar en ello y de entrar en una suerte de enigma cotidiano cada
vez que me bebo un vaso de leche. Imagino a Guyau sintiendo por primera vez esa
experiencia estética con un producto lácteo y llevándolo al terreno de la
belleza. Alguien con un pensamiento tan plural y cultivado tuvo de pronto la
delicadeza y finura para deleitarse con una bebida habitual y llevarla al
extremo de la epifanía. Una clave para entender esta simple y grande
experiencia quizá tenga que ver con otra de sus facetas: Guyau también era
poeta.
Cada vez que tengo la oportunidad me quedo fugazmente embebido ante un
vaso de leche. Cierro los ojos e intento sentir eso que Guyau sintió pero a mi
manera. Siento beberme un vaso de nubosidad, de niebla líquida, de nieve
grácil, de agua lunar, y dejo que la blancura me habite como un delgado río
encendiendo los filamentos de un óleo interior.
Seguramente las relaciones entre gastronomía y arte son tan vastas como
misteriosas. De momento, yo me detengo aquí pensando en que un vaso de leche
puede ser también un vaso de página en el que beberse todas estas palabras.
***
No hay comentarios:
Publicar un comentario