jueves, 24 de noviembre de 2016

Un ave que planea



En esta habitación hay un ave que planea, un aleteo que fluye y se materializa en párpados de óleo y brea. En sus alas un signo que precede al tiempo, que lo contrae y lo ensancha como un pálpito, un feto de colores, una adivinación de ceniza.  La obra plástica que nos rodea, es el vitral por el que el ave nos grazna en una convivencia de espejismos y confabulaciones, de imaginarios que se contrastan y se complementan.

En una de sus alas, Hipólito García Fernández “Bolo”, nos convida la cauterización de un pincel que descubre un jeroglífico sobre la nieve. Negro sobre blanco, revelación y ocultismo. Su trazo marca el ritmo de lo aéreo y lo mineral, un movimiento que revela el rictus de lo primitivo con un acercamiento a las caligrafías orientales. Detrás de la brea las figuras desdicen sus límites para dar paso a un estado contemplativo, mistificación de lo naif, imantación de un movimiento continuo e incisivo. Hálitos que fosforecen llenos de interrogaciones y nos convierten en cómplices de sus nervaduras. Sus pulsiones evocan las tintas de Henri Michaux o los fulgores negros a pequeña escala de Robert Motherwell. Abstracción del espíritu en favor de la marea del ser, ala que pulveriza su textura y deja flotando en el aire su enigma.

Mientras tanto, en la otra ala, Jorge “Coco” Serrano: un asma visual que plasma su vaho de pupilas, que nos revela que la pintura más allá de una superficie es más bien una condición, una presencia. La hipnosis que se aprecia en su obra roza un clima de ebullición y plenitud a la vez que un caleidoscopio de vacuidad, es decir, una inclinación a borrar al creador para convertirse en creación misma. La superposición y simbiosis de colores afloran de tal modo que semejan la hoguera de los múltiples yoes que nos habitan.  La impresión directa de sus dedos sobre la materia refleja un cuerpo a cuerpo que nos obliga a preguntarnos ¿Quién pinta a quién? La taquicardia de ángulos y geometrías denotan el carácter irreflexivo y gestual de su obra, parajes donde los ecos del art brut, de Rothko o de Pollock, dan a sus huellas dactilares la génesis de un incendio en constante gesticulación.

En esta habitación con trastes, el ave nos convida estas dos singladuras, estas dos miradas que no responden a representaciones directas del mundo, sino a la transfiguración de la conciencia y su manifestación plástica que, paradójicamente, terminan por en cerrar un mundo en sí mismo.  Paisajes alterados que buscan inyectar un principio de ingobernabilidad a las formas comunes que rigen el universo.

El ave grazna de nuevo, gira en círculos sobre nuestras cabezas, traza su aliento sobre nuestros ojos y termina por disolverse en las paredes de esta habitación.


 Algunas pinturas de Jorge "Coco" Serrano. Foto: Carmen Lafuente




 Algunas pinturas de Hipólito García Fernández Bolo. Foto: Carmen Lafuente


(Este texto fue leído el pasado 10 de noviembre con motivo de la inauguración de la exposición de la obra plástica de Hipólito García Fernández "Bolo" y Jorge "Coco" Serrano, en el bar madrileño María Pandora


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