A primera vista, el título “El tísico bolchevique" pareciera remitirnos a un personaje con tintes políticos e históricos; sin embargo, basta con iniciar la lectura para ver cómo ese hipotético personaje se diluye dando paso a una metáfora sensorial en donde se dan cita el erotismo, el insomnio, el sentimiento de extranjería, la contemplación de un Madrid veraniego que sangra hurones, los avatares del amor, pero sobre todo la desafección de una conciencia poética que cuestiona y siente como propios el dolor y el vacío de una época hipotecada a la perversión de la política. Todos estos temas laten cubiertos por un retablo de imágenes que se desangran a un ritmo vertiginoso llevando las posibilidades del lenguaje al terreno de la ebullición.
En las páginas del poemario, uno se ve envuelto por dos
selvas de signos: la del poema en prosa y la del verso de largo aliento; dos
formas de las que Giovanni se vale para violentar el lenguaje dándole un
carácter de estampida revolucionaria. Esta revolución también se infiltra en
las diversas combinaciones de campos semánticos que detonan en una anatomía,
por llamarlo de algún modo, bélica: la revolución de las cejas, dinamitar el
sueño, el amante atrincherado en sus piernas, tinta de metralla, labios
anarquistas, campo minado de tus entrañas, los poros bolcheviques de tus
labios. Estas pautas hacen pensar en uno de los motivos poéticos de Ovidio, el
del militia amoris, es decir, el
comparar al amante con un soldado.
Siguiendo esta línea, Giovanni somete las palabras a una
convivencia de duelo y desequilibrio mediante la disposición conjunta de dos
sustantivos sin intermediario: los muslos camiones, el poema carne, los pómulos
puñales, la música demolición, el silencio cicuta, el estómago cuchara. Esta
característica lo acerca a la doble metáfora de los poetas futuristas.
Si tuviéramos que retratar alguno de los tonos del poemario,
quizá sería conveniente crear un nuevo género musical, en este caso el bolblues, una exquisita combinación
entre la melancolía y la liberación que ofrece el blues, con el desgarro
elegante que nos viene del bolero. Lo “tísico” parece nacer de ese extraño y
seductor desasosiego existencial que nos heredó
la tradición romántica - el spleen-
y que en la poesía moderna sigue
cautivándonos por su hondura y su hermetismo.
Giovanni se enfrenta a este terreno con un caudal de interrogantes y
reflexiones sobre la palabra, la disfuncionalidad social, los demonios del
amor, la indiferencia y perversión del poder y la política; todo ello con un
engranaje de metáforas continuadas y ecos neobarrocos que luchan por llenar el
espacio vital de la página para plasmar en ella una barricada de visceralidad.
Finalmente, más allá de cualquier utopía, la poesía de
Giovanni Collazos nos incita a comprender la palabra como órgano regenerador del
tejido cósmico y como arma subversiva ante la imposición de orden y poder.
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