lunes, 16 de octubre de 2017

Cuerpos deletreados: "Las estrellas también" de Melhinda H.

(Detalle del libro, fotografía Melhinda H.)

Se abre el libro y con él una atmósfera aguda va cristalizándose. A la manera de pequeños astros los signos parpadean, hacen guiños, asoman imágenes de una escritura etérea. Las estrellas son esferas de gas con temperaturas y tamaños variables. A distancia parecen un abecedario sólido y brillante que nos murmura augurios y misterio; así vamos comprendiendo el título de la obra de Melhinda, “La estrellas también”, un título que nos contagia de inercia, de puntos suspensivos que el lector tendrá que descifrar en el transcurso del texto para responderse sus propias interrogantes: ¿Las estrellas también qué?

A primera vista, la disposición de los versos habla de esa deconstrucción a la que se hace referencia en el primer apartado del libro: “Del poemario y el autor”. En todo momento somos testigos de una lengua espacial que se apodera de la página como si fueran los brillos y haces difuminados de esas estrellas.  El título de los textos, en vez de al inicio, va incorporado dentro del cuerpo del poema; es un recurso estilístico que replantea los órdenes y los límites de esa materia oscura -la tinta- como si su núcleo se expandiera formando espirales y sonidos.  En ese sentido, al establecer contacto con la forma que adopta la escritura de Melhinda, se tiene la sensación de estar frente a imágenes simultáneas que pueden leerse y releerse de formas múltiples, como si ese poema-río, ese poema-galaxia estuviera burbujeando y hablándonos desde diversas posiciones. Esas formas contrastan con las líneas que traza la naturaleza de sus fotografías, paisajes imaginarios y reales que se alternan tejiendo sus hábitats.

Los versos introductorios “ardes/ silencio/ en mano” y “las estrellas también” van preparando el tono y el contenido total del libro. Hay muchas imágenes que destacan tanto por su magia como por su unión de contrarios, imágenes como: “oscuro jarabe”, “fuente quemada”, “palabras desangrándose en la oscuridad”, “ave ciega”, “bosque apagado”, “eco de luz”, “las sombras dejan de bailar”, “lluvia recién levantada”, etc… Son espejos que resplandecen y crean visiones fractales. Incluso cualquiera de esos versos es digno del título de algún poemario.

La presencia de los elementos atmosféricos (aire, agua, fuego, tierra) también dan cohesión y unidad a estas estrellas. Algunos poemas hacen pensar en el cubismo de Pierre Reverdy en donde el tono y el mensaje del poema quedan un suspense, en un entredicho sostenido por una sucesión de tiempos y espacios.

En la poesía de Melhinda hay ese misterio abisal que nos habla con extrañeza y escalofrío. Esto se aprecia con más fuerza en los poemas “Cuerpo a cuerpo”, “Eco de luz” y “Esculpen el aire”.

La fotografía que se baraja en su obra cumple una función de extensión y contrapeso que da acercamientos y panorámicas de entornos naturales. La división del poemario en 3 partes (Agonía, Retiro y Albor) teje perfiles y continuidad, polvo cósmico donde la voz se presenta en forma desarticulada y simultánea haciendo que el lector tenga que correr el riesgo de encontrar sus propias lecturas.

Contemplación y surrealismo, fotografía y signos, aparición/ desaparición, haces de luz que nos comparten su secreto: ese que dice que las estrellas también pueden ser cuerpos deletreados.

 (Detalle del libro, fotografía Melhinda H.)


Nota: Este texto fue leído como parte de la presentación del poemario en el mes de septiembre en Madrid.

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