Con un manuscrito en el horizonte, Freddy Ayala Plazarte, Ed. La Caída, Buenos Aires, 2016.
(El siguiente texto fue leído como parte de la presentación del poemario que tuvo lugar en la Librería Juan Rulfo del FCE, Madrid, España en primavera del 2017)
Todo poema
puede ser considerado un manuscrito en la medida en que siempre se está
reescribiendo a sí mismo. A pesar de su aparente inmovilidad, los signos que
componen el cuerpo de un poema están constantemente amaneciendo, son un horizonte
en perpetua metamorfosis, una página umbilical que nos habla en cada lectura
desde distintos órdenes.
“Con un manuscrito en el horizonte” de Freddy Ayala Plazarte (Aláquez, Ecuador, 1983)
responde a ese misterio de mutación en donde la palabra, la memoria y la
naturaleza se trenzan para ofrecernos una escenificación del tránsito de la
conciencia a través de diversas líneas espacio-temporales creando una sensación
de flashes e indagaciones sobre el devenir. ¿Quién
camina sobre el testamento de la piedra? (p.79).
Desde el
inicio del libro se advierte un viaje iniciático que comienza con la
inquietante aparición de un niño, un niño que vuelve tangible la inmaterialidad
de la imaginación y del recuerdo, un niño que se descuelga del tiempo y oscila
como un péndulo trayéndonos relámpagos y abismos: el niño salta el cubismo de una rayuela/ y bajo un paraguas polariza
las líneas del sol (p. 27).
A la máxima
de Rilke que afirmaba que “La única patria del hombre es su infancia”, Freddy nos
confirma que es a partir de ese periodo en donde comenzamos a ser horizonte, alquimia
y asombro.
Este rito
iniciático que Freddy nos ofrece en la primera parte del libro, Carátulas de la infancia, crece y se
consolida en las 4 partes restantes: Con
un manuscrito en el horizonte, Códices de la memoria, Manuscritos del Mar
Muerto y Réquiem de Sara.
Pareciera que estemos frente a una cronología poética que comienza en la niñez
y termina en un epitafio. Entre esos dos puntos más que una ruptura se advierte
una continuidad.
La aparición
intermitente de un zapato, de mujeres que transitan hábitats naturales, del
halo de los antepasados y de la sabiduría del abuelo, nos van colmando de un
empirismo que la voz poética nos revela en éxtasis contemplativo y
compenetración con el paisaje regalándonos imágenes perturbadoras: hacia la noche va una estrella a chocar su
pentagrama fósil (p. 48), en el
horizonte los espejos ahorcan la partida de un pájaro (p. 66), La lluvia
deja sus pezuñas en el aluminio de mis ojos (p. 83).
Aunada a
este clima contemplativo, surge una atmósfera de thriller psicológico que hace
de contraparte frente a la serenidad y la ensoñación. En todo momento de la lectura
intuimos que hay una intriga sepultada, un suceso balbuceando bajo el
manuscrito:
Escapa un neumático por el taciturno
espejismo de la carretera/ la resonancia de una voz cuelga/ del encorvado
diámetro de un cuchillo/ los ecos de ventanas/ sostienen las arrugas/ de mi
rostro (p.51), acaba la sospecha de
un disparo en el horizonte/ en el índice de un libro/ yace el cuerpo de una
salamandra (p. 44).
¿Qué se esconde bajo esas escenas de aparente
crimen? ¿Qué pistas dibuja el horizonte de la escritura para mantener en
tensión la respiración del texto? Todo parece apuntar a una trama en donde el
peligro de una experiencia cercana a la muerte y la celebración de la vida
desdicen sus círculos para mostrarnos ese constante renacer al que somos
sometidos en situaciones extremas.
Mediante una
poética lúcida, en donde el lenguaje es guiado por una lámpara de conciencia
que lo obliga a expulsar sus demonios de forma perfilada, Freddy nos ofrece en
este poemario una ofrenda, un hábitat de signos, un agua cambiante que nos
interroga y pulveriza nuestro reflejo para asistir de nuevo a su recomposición.
Manuscrito y horizonte nos recuerdan aquella frase de Montaigne: No pinto el ser sino el tránsito, y en
este caso, el tránsito y la perpetua reescritura de las experiencias poéticas.
*Con un manuscrito en el horizonte obtuvo el II Premio de la Bienal Nacional de Poesía "Juegos Florales" en 2011 y el Premio Nacional de Poesía "Jorge Carrera Andrade" en 2015.
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