martes, 23 de febrero de 2016

"El paraíso terrenal" de Juan Carlos de Sancho

(Juan Carlos de Sancho, El paraíso terrenal, Editorial Velarde, México, 2014)


Las 33 composiciones que integran El paraíso terrenal del poeta Juan Carlos de Sancho pueden apreciarse como pequeñas escalas de un viaje en donde la palabra bautiza las impresiones de una mirada que observa las entrañas de un nuevo lugar. En todas ellas, una voz meditativa nos convida fragmentos que rozan no sólo lo experiencial sino lo evocador. Si bien se ha dicho que uno de los temas fundacionales de la poesía moderna es precisamente el del individuo enfrentándose a la ciudad, ese enfrentamiento se traduce en fascinación cuando quien lo experimenta es un yo poético con una membrana capaz de descifrar y cantar los signos de una cultura sentida como propia.

La poesía de Juan Carlos de Sancho puede compararse con una pleamar, es decir, su palabra mece y descubre tanto el oleaje de la superficie como el de las corrientes abisales. Palabra que siembra visiones del Zócalo mexicano, del puerto de Mazatlán o de Manhattan, pero que también se funde con la ensoñación de lo paisajístico y sus enigmas enterrados.

La confluencia de tiempos y espacios hace que de pronto surjan compañeros de viaje: desde Catulo y Matsuo Basho, hasta Lowry, Bartebly, Pessoa, Raymond Carver, Truman Capote, Sergio Pitol u Octavio Paz. Tinta en tránsito que teje una nueva realidad que trastoca el pensamiento reconfigurándolo en experiencia literaria.

Su estilo es variado y metamórfico; por momentos roza la paradoja de la tradición zen mediante textos parecidos a los koans, y por otros alcanza las raíces de lo maravilloso cotidiano y del surrealismo trascendental.

Este paraíso terrenal no sólo nos convida de una sabia y fresca reinvención de los  cuadernos de viaje, sino que penetra en nosotros con tal agudeza y encantamiento que acaba por convertirnos en el viajero en cuestión. Una odisea que se adentra en el misticismo del pasado precolombino y en los secretos que guardan ciertas especies de fauna.

Este camino de signos trazado por Juan Carlos de Sancho nos recuerda que, gracias a la poesía, todos somos huellas de viajes ajenos.



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miércoles, 17 de febrero de 2016

Carlos Candiani: El libro de Balieri o el gen de Merlín



Imaginemos que nos encontramos en las gradas de una piscina. En el agua una persona practica el nado de pecho. La técnica consiste en lograr que el cuerpo avance mediante la impulsión coordinada de brazos y piernas sacando la cabeza en cada turno de brazada para tomar aire y luego proceder al ciclo de inmersión. De pronto, observamos que algo alquímico sucede: en cada movimiento de inmersión/emersión el nadador en cuestión va cambiando de apariencia física y con ella el escenario que lo rodea. Ese nadador bien podría tratarse de Balieri.

El libro de Balieri del escritor y poeta mexicano Carlos Candiani, es una obra que gira entorno a las múltiples vidas y vicisitudes que asolan a un personaje enigmático, predestinado a una involuntaria capacidad de metamorfosis que lo obliga a sufrir todo tipo de experiencias tanto amargas como placenteras.

La obra tiene una singular anatomía, ya que se trata de más de 150 fragmentos independientes que están interconectados por la aparición repentina y fugaz de esta especie de taumaturgo que parece ofrecernos los retazos de un árbol genealógico plural que se encarna perpetuamente en la piel de un solo hombre.

Ecologista, diplomático, loco, biógrafo de María Antonieta, víctima de la reencarnación, padre de familia, estudiante de último semestre, amante, hijo, policía antidisturbio, vagabundo…, Balieri es un carnaval andante que abarca un amplio repertorio de oficios y máscaras, hecho que lo convierte en una suerte de sustancia moldeable. 

Si consultáramos a genetistas y genealogistas para que nos brindaran  los posibles orígenes de Balieri, seguramente coincidirían en que pertenece a la estirpe del Merlín de Robert de Boron, una obra que ya en la Edad Media anunciaba las posibilidades de transfiguración, tanto moral como corpórea, de un solo personaje para lograr un cometido. Pero existe una diferencia que le otorga a Balieri una modernidad y una originalidad indiscutibles, y es que mientras Merlín abusaba conscientemente de sus poderes para tramar la inminente coronación del Rey Arturo, Balieri se vale de su taumaturgia para coronar uno de los instantes cumbres de toda vida: el instante poético. Es por ello que resulta muy difícil recordar algún caso parecido al de este personaje y al de la arquitectura literaria que lo sostiene. De esta forma, podríamos decir que el carácter metamórfico de Balieri encarna a su modo la crisis de identidad del sujeto dentro de la posmodernidad.

Lo más misterioso de este personaje es que su conciencia nunca se vuelve hacia sí, es decir, Balieri nunca se cuestiona el porqué  de sus constantes transformaciones, simplemente se limita a vivirlas como si un designio natural gobernara su lugar en el mundo.  

Más que encasillar la obra en un determinado género, como bien podría tratarse el de novela fragmentada o el microrrelato, considero que El libro de Balieri es una biografía única basada en testimonios inclasificables y tonalidades poéticas; biografía que se ramifica a lo largo y ancho del tiempo y el espacio para seducirnos con sus frutos de tinta. 

Al igual que Balieri, también el escenario gira para brindarnos distintas locaciones como México, Perú, Rusia, Israel, Italia… Esta pluralidad también se advierte en los modos en los que el narrador nos presenta a Balieri en cada fragmento: desde dentro y fuera del personaje, hasta en la óptica de algún otro invitado a la fiesta.

Finalmente, esta obra plantea múltiples formas de aproximación y de análisis; algunos poetas y escritores como Inma Luna y Ramón Ortega han destacado su gran valor al reconfigurar la tradición surrealista, y también puntualizado el nivel metaliterario que se observa en algunos momentos del libro. Sobra decir que más allá de cualquier arista, el lector encontrará en este libro una de las obras más singulares e hipnóticas que hayan caído en sus manos. 

Como lector aún sigo pensando si acaso Balieri no se ha manifestado alguna vez dentro de mí. 

Balieri: un fósil viviente y seductor que no posee fecha de datación y que por ello pertenece a todas las épocas habidas y por haber.



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jueves, 4 de febrero de 2016

"El tísico bolchevique" de Giovanni Collazos




A primera vista, el título “El tísico bolchevique" pareciera remitirnos a un personaje con tintes políticos e históricos; sin embargo, basta con iniciar la lectura para ver cómo ese hipotético personaje se diluye dando paso a una metáfora sensorial en donde se dan cita el erotismo, el insomnio, el sentimiento de extranjería, la contemplación de un Madrid veraniego que sangra hurones, los avatares del amor,  pero sobre todo la desafección de una conciencia poética que cuestiona y siente como propios el dolor y el vacío de una época hipotecada a la perversión de la política. Todos estos temas laten cubiertos por un retablo de imágenes que se desangran a un ritmo vertiginoso llevando las posibilidades del lenguaje al terreno de la ebullición.

En las páginas del poemario, uno se ve envuelto por dos selvas de signos: la del poema en prosa y la del verso de largo aliento; dos formas de las que Giovanni se vale para violentar el lenguaje dándole un carácter de estampida revolucionaria. Esta revolución también se infiltra en las diversas combinaciones de campos semánticos que detonan en una anatomía, por llamarlo de algún modo, bélica: la revolución de las cejas, dinamitar el sueño, el amante atrincherado en sus piernas, tinta de metralla, labios anarquistas, campo minado de tus entrañas, los poros bolcheviques de tus labios. Estas pautas hacen pensar en uno de los motivos poéticos de Ovidio, el del militia amoris, es decir, el comparar al amante con un soldado.

Siguiendo esta línea, Giovanni somete las palabras a una convivencia de duelo y desequilibrio mediante la disposición conjunta de dos sustantivos sin intermediario: los muslos camiones, el poema carne, los pómulos puñales, la música demolición, el silencio cicuta, el estómago cuchara. Esta característica lo acerca a la doble metáfora de los poetas futuristas.

Si tuviéramos que retratar alguno de los tonos del poemario, quizá sería conveniente crear un nuevo género musical, en este caso el bolblues, una exquisita combinación entre la melancolía y la liberación que ofrece el blues, con el desgarro elegante que nos viene del bolero. Lo “tísico” parece nacer de ese extraño y seductor desasosiego existencial que nos heredó  la tradición romántica - el spleen-  y que en la poesía moderna sigue cautivándonos por su hondura  y su hermetismo. Giovanni se enfrenta a este terreno con un caudal de interrogantes y reflexiones sobre la palabra, la disfuncionalidad social, los demonios del amor, la indiferencia y perversión del poder y la política; todo ello con un engranaje de metáforas continuadas y ecos neobarrocos que luchan por llenar el espacio vital de la página para plasmar en ella una barricada de visceralidad. 

Finalmente, más allá de cualquier utopía, la poesía de Giovanni Collazos nos incita a comprender la palabra como órgano regenerador del tejido cósmico y como arma subversiva ante la imposición de orden y poder. 



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