martes, 10 de febrero de 2015

Antes de que la Tierra vuelva a enfriarse


El último período geológico hasta ahora –y por ende en el que actualmente vivimos– es el llamado Holoceno.  Se originó hace aproximadamente 12,000 años y se caracteriza por su calidez debido a la estabilidad climática producida por el ascenso gradual de temperaturas. Los estudiosos coinciden en que quizá se trate de un período interglaciar que lo único que hace es interrumpir “brevemente”  la larga cadena de etapas gélidas que la Tierra viene sufriendo desde hace millones de años. También es cierto que no es la primera vez que esto ocurre, ya que el último período caliente anterior al Holoceno sucedió hace 100, 000 años.

Con estos datos, me viene a la mente la imagen de nuestro planeta como un inmenso corazón helado que palpita para producir de vez en cuando cierta armonía que nos permite a los seres vivos sentir un calor benéfico, una música de luz. Está claro que aunque fuéramos una especie animal responsable, o al menos consciente del daño que estamos causando, las condiciones climatológicas igualmente cambiarían justo como lo harán en unos cuantos miles de años.  Lo que quiero decir es que una nueva glaciación es inminente y, por desgracia o por fortuna, inevitable. Quizá la nueva etapa gélida esté ocurriendo ya, pero a diferencia de las demás, esta nueva etapa no se esté gestando desde el exterior sino desde el interior.

Como especie nos estamos congelando, cristalizando en hielos de sangre y en lenguas glaciares cubiertas de llagas. Las terribles confrontaciones que ocurren a diario en cualquier punto geográfico de este inmenso corazón no hacen sino cuestionarnos si realmente somos dignos, como lo han sido las más de 10 especies humanas anteriores a la nuestra, de formar parte de este órgano palpitante. A veces, entre tanta vorágine y desaliento cotidiano que los noticieros y la prensa se encargan de ensalzar para ganar adeptos, observo un simple detalle de un hombre o mujer anónimos y desconocidos, de un amigo, de un familiar, del panadero, del niño en el parque, leo un poema, veo una pintura, escucho hablar a un anciano… y en ese detalle casi desapercibido encuentro una chispa, una pequeña fricción que me devuelve el aliento. Son en esos pequeños detalles en donde encuentro la grasa y la combustión para seguir generando pétalos de fuego.

Antes de que la Tierra vuelva a enfriarse intentemos al menos poblarnos de brasas, de humanidad. Antes de que la Tierra vuelva a enfriarse generemos calor frotándonos las manos con la cotidianeidad de los días. Antes de que la Tierra vuelva a enfriarse dejemos que el sol amanezca desde dentro.

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